Hoy, después
de muchos, muchos años, he subido la escalinata que
da acceso al Instituto Jorge Manrique, donde yo comencé
el Curso Preparatorio para acceder al Bachillerato. Todo se
vuelven recuerdos. Parece que hubieran ocurrido ayer…Los
ratos de recreo que pasábamos en El Parque del Salón.
Allí repasábamos los temas. Preparábamos
las chuletas, que nunca fui capaz de consultar en los exámenes.
Nos veíamos con algún admirador que, por supuesto,
se conformaba con mirar. Siempre rondaban cerca, aunque pocas
veces se atrevían a acercarse…Teníamos
para nosotros un inmenso terreno de 30.000 metros cuadrados,
que es la extensión de El Parque del Salón de
Isabel II. De estilo romántico, lo ha conservado a
través de numerosas transformaciones… Nosotros
sólo invadíamos el terreno más cercano
al Instituto. No podíamos alejarnos demasiado porque
estábamos pendientes del timbre que nos avisaba que
comenzaban de nuevo las clases. Viví durante varios
años de estudiante en este entorno agradable, bajo
la sombra protectora de la variada vegetación que conforma
el Parque: pinos, cedros, sauces, plataneros y algunas especies
exóticas. Arrullados por el canto de los jilgueros
y el zureo de las palomas. De vez en cuando, aparecía
alguna urraca, dispuesta a robarnos algún papel de
colores, de los que coleccionábamos entre las hojas
de los libros.
Nos acercamos a la Iglesia de San José, de reciente
construcción: Siglo XX, 1953.
De arte contemporáneo. No pudimos visitarla porque
a esas horas estaba cerrada. Por supuesto, hicimos fotos de
todos y cada uno de los lugares. En ella nos casamos Paco
y yo en 1959, seis años después de su inauguración.
Está edificada en el Campo de la Juventud. Templo modernista.
Está construido de ladrillo, piedra y cristal. Planta
de cruz latina. Está orientada hacia el oeste. Tiene
un alto campanario y un cimborio con linterna.
En el lugar donde nació mi hija hoy se levanta un Centro
Cultural. A Soraya le gusta el estilo del edificio. A mí
no me entusiasma. No me parece que encaje en el entorno.
De ‘Villa Margarita’, nuestra residencia del verano,
ni rastro. El paseo de árboles frutales que llegaba
desde la marquesina del chalet hasta las puertas de hierro,
cerca de la carretera, llamada Avenida de Valladolid, fue
vendido a Galletas Siro. Ahora hay un Carrefour.
Decidimos visitar Carrión de los Condes y después
ir a comer al Convento Hotel San Zoilo. Restaurante donde
se sigue respirando la misma paz y silencio durante la comida,
que debieron tener sus antiguos moradores, los frailes. Se
tiene la impresión de que cada rincón de este
lugar tiene su propia historia o leyenda…Rodeado de
exuberante vegetación, es fácil encontrar en
ella una sombra para paliar el rigor de los rayos del sol.
La comida, ¡qué voy a decir de la comida! Selecta
y en la cantidad adecuada. Nos encantó.
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