Mª CONSOLACION CUESTA RODRIGUEZ

NARRADORA DE RELATOS CORTOS (Cantabria)
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NOVEDADES
LA SOMBRA DEL CACIQUE
comenzado la caza y captura de D. Gerardo para que entrara a formar parte de la familia, donde no había ningún ‘título’ a pesar del dinero que tenían. Pero conoció a Julia un día que tuvo su padre un episodio de corazón, y fue un flechazo a primera vista.
_Ella no tiene la culpa de que el Médico la prefiriese_, dije aprovechando un momento que mi casera calló para beber agua. Nos había dado sed el riquísimo café con malta de puchero que ella preparó en el hogar de leña.
_¡Claro que no! Pero ellas se sintieron humilladas. Se cansaban de decir que Julia se le metía por los ojos al Médico. Que lo buscaba sin descanso en el Consultorio y en La Villa. Y que él, poniéndoselo tan fácil, no iba a ser tan tonto…Mariví y Mariasun acusaban a Julia de lo que hacían ellas. Marigeni, ni entraba ni salía en este asunto, porque a ella la cortejaba el Capataz del segundo terrateniente más rico del valle, que en nada se parecía al Sr. Calderón. Se veían a escondidas, porque sabían que el padre de ella jamás aprobaría esa relación. Para ellos, el Capataz era poca cosa para su hija. Lo decía la Sra. Victoria, su madre. En el pueblo se sabía que el Médico buscaba a Julia, y no al revés. Pero nadie se atrevía a llevar la contraria a la poderosa familia Calderón. No hay que olvidar que casi todo el pueblo trabaja para él. De ahí el silencio que rodea este asunto.
_Julia me ha contado que Gerardo se fue, y que aunque prometió escribirla, y citarse con ella, hasta el día de hoy no ha vuelto a saber nada de él.
_Eso es lo que me extraña a mí. Todos en el pueblo sabíamos que la adoraba. Se hubiera casado con ella sin dudarlo, si hubiese seguido aquí_. Afirmó rotunda la Sra. Carlota
_No entiendo qué ha podido pasar para que de la noche a la mañana el Doctor decidiese irse. No me ha contado nada Julia_, dije más para mí, que para que me respondiese mi casera.
_Sucedió que al Consultorio dejó de ir la gente. Era un Médico magnífico, pero ni aquí ni en La Villa tenía pacientes. Siempre había secuaces del Alcalde controlando los alrededores de los lugares donde trabajaba el Doctor, y un par de personas que acudieron a su consulta, fueron despedidos del trabajo al día siguiente. El uno era el Alguacil, que se fue del pueblo con su mujer y sus tres hijos. El otro era un peón agricultor que apareció malherido en una cuneta y apenas se recuperó, también se fue.
_Pero, ¿no hay nadie que sea capaz de hacerle frente?_, pregunté.
_¡Qué va! Yo le puse en su sitio una vez que se me insinuó, cuando era más joven, claro. Es un señor, por llamarlo de alguna manera, que se cree con derecho de ‘pernada’ con las mujeres de sus obreros. Yo trabajé en su casa. Crié a sus tres hijas, y las quise. De niñas eran lindas. Su esposa, la señora Victoria siempre está enferma y es una mujer sin personalidad, pusilánime. Él nunca se ha preocupado de ella. Siempre le ha sido infiel con todo lo que tuviera faldas y se dejara. Y lo intentó conmigo. Pero le salió el tiro por la culata. Mi esposo al día siguiente fue despedido de su trabajo. Era el Encargado de la cuadra. Su tarea era cómoda: preocuparse de que los muleros tuvieran limpios y bien cuidados a los animales. Creo que la muerte le sobrevino a consecuencia de su despido. Mi Juan murió al año de ser despedido. Yo tuve que contarle la verdad. Siguió acosándome, pero es lo suficientemente listo y ladino como para no cometer deslices que lo descubran. Ahora vivo de la carne y los huevos de la pequeña granja que puse con unos ahorrillos que tenía. El negocio me va ‘viento en popa’ y hasta pago un obrero que vende mis productos en el Mercado de La Villa. Usted tenga cuidado de no conquistar a algún posible candidato de sus hijas, que a él le parezca bien, porque le haría la vida imposible…
Nunca me había gustado el Sr. Arsenio Calderón, Alcalde, rico hacendado y Cacique del pueblo. Aunque debo reconocer que conmigo en todo momento fue correcto.
Julia, después de tres domingos de acudir con todas nosotras y los chicos del pueblo a divertirse a La Villa, un jueves en el Café de La Plaza me dijo que no volvería a acompañarme porque a ella seguían sin aceptarla, y no era cosa de que me dejaran sola a mí también. Le dije que no me importaba, que mi estancia en el lugar era provisional y que su amistad me interesaba más que la de los demás. Afirmó rotundamente que su amistad ya la tenía, y que cada jueves tomaríamos café y charlaríamos sin comprometerme con los demás…
El final del curso se acercaba y con él mi estancia en Álamos. Liada, como estuve, con el papeleo, que debía enviar a la Delegación de Educación y Ciencia, debidamente cumplimentado, no había vuelto a ver a Julia desde hacía dos jueves. El último domingo de mi estancia en el pueblo, los jóvenes organizaron una pequeña fiesta consistente en una merienda para despedirme. Las despedidas siempre son tristes y casi consiguieron emocionarme. A pesar de todo, mi estancia allí había sido grata y, salvo que no conseguí que Julia volviera a salir con todos, contaba con el cariño de mis alumnos y el respeto de sus padres.
El último jueves del mes de Junio, como despedida, Julia y yo decidimos preparar unos bocadillos e irnos a merendar a la orilla del río. Una brisa suave

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