Mª CONSOLACION CUESTA RODRIGUEZ

NARRADORA DE RELATOS CORTOS (Cantabria)
INICIO DATOS DE LA AUTORA LEER RELATOS NOVEDADES OPINIONES
 
NOVEDADES
LA SOMBRA DEL CACIQUE
_Te invito a tomar un café en el Casino.
_No, no puedo, gracias. He quedado con Julia en el Café de la Plaza.
_¿Con Julia, la hija del Ferroviario? Cómo se te ocurre salir con ésa_, me preguntó entre asombrado y despectivo.
_Sí, sí, la misma. Su padre trabaja en el ferrocarril. ¿Qué pasa? ¿Ha cometido algún crimen?
_¡No, ni mucho menos! Pero una señorita como tú, no debiera salir con una chica que no goza de muy buena fama, digo yo_, me respondió.
_Qué sucede: ¿se dedica acaso a la prostitución?_, pregunté algo molesta.
_Tanto como a la prostitución, no diría yo. Pero fue la amante de un Médico, que luego se largó y, por supuesto, la dejó tirada…Desde entonces nadie la mira_, respondió categórico.
_¡Qué pena, Rubén! Llegué a pensar que tú eras un chico diferente y que nunca dirías de una mujer lo que acabas de decir, aunque fuera verdad, porque te creía un caballero… ¿No se te ocurre pensar que Julia fue novia del Doctor? ¿No pudo enamorarse de ella? Le sobran cualidades a Julia para enamorar a los hombres, ¿no crees?
No me respondió. Se despidió algo apresurado, y me fui en busca de Julia al Café de la Plaza, donde habíamos quedado para tomar algo y charlar. Sé que a Rubén no le gustó lo que le dije. Por supuesto, a Julia no le conté nada. Ni siquiera que me había encontrado con él.
Aquel domingo, después de Misa Mayor, decidí que hablaría con Julia para que nos acompañara por la tarde a La Villa. En el Cinema España ponían una película del Oeste, titulada, creo recordar, ‘La muerte tenía un precio’ y habíamos decidido ir a verla. Ella se resistió bastante. Me costó convencerla. “La van a dejar sola”, me decía.
_No me importa, voy contigo_. La convencí. Quedamos en que a las cinco, ella estaría arreglada junto a su puerta, y yo la llamaría.
Hubo sorpresa entre el grupo de chicas, especialmente entre Mariví y Mariasun, cuando les dije que había decidido llamar a Julia, porque me parecía que dejarla sola era injusto, puesto que era del pueblo. Sabina y Leonor, dijeron que a ellas no les importaba que se uniera al grupo. Marigeni, tampoco manifestó disgusto alguno en su rostro. Los chicos se mostraron indiferentes.
Durante el camino las hermanas Calderón se adelantaron y caminaban solas. Las demás chicas y chicos del pueblo, las seguían de cerca. Julia y yo marchábamos algo alejadas, detrás. Algunas veces Marigeni y Sabina, se volvían y gritaban:
_¡Venga, Mariana, que se queda sola!
Me dolía que ignoraran a Julia, hasta el extremo de excluirla de aquella llamada.
Tomamos un café y nos metimos en el Cinema España. Nos encantó la película. Sobre todo a los chicos: la banda sonora, el galope de los caballos, los tiros, y todo lo demás que hay, siempre, en las películas del Oeste… Rubén, al que desde el día que me habló mal de Julia no había vuelto a ver, estaba al lado de Sabina. Los demás chicos, como las butacas no eran numeradas, estaban sentados detrás de nosotras. Siguieron sin dirigirse a Julia en ningún momento. Yo estaba preocupada, porque se sentiría excluida del grupo. ¿Qué había sucedido para que se portaran así de mal con ella? Cada vez estaba más intrigada, pero había silencio total en torno a la historia de mi amiga, que nadie estaba dispuesto a romper…
Aquel jueves de finales de abril, amaneció con un cielo cárdeno, amenazador. Llovía sin parar, y una aparatosa tormenta parecía a punto de estallar. De repente un estampido seco, terrible, nos hizo comprender que un rayo había caído en el pueblo. Momentos más tarde tañían las campanas. Una encina centenaria había sido hendida por él, y comenzó a arder. Tocaban a fuego. Las campanas hablan. Y hablan de nacimientos, de muertos, de fuego, de trabajos comunales, de fiestas… Hablan de todo y los lugareños las escuchan y las entienden. Acudieron todos los vecinos a su llamada, y en breves minutos el fuego estuvo extinguido. Me producen terror las tormentas.
La Sra. Carlota también las temía. Encendió una vela y nos sentamos a la ventana. Anochecía y se sintió confidencial cuando yo le comenté lo que habían hecho los jóvenes del pueblo con Julia, la tarde del domingo
_La culpa de lo que los chicos y chicas hacen con ella, la tienen las dos ‘Calderonas’ mayores. No pudieron soportar que D. Gerardo, el doctor, prefiriese a Julia antes que a ellas. Nada más llegó al pueblo comenzó un acoso continuo al Médico. Unas veces lo llamaban a su casa para atender las jaquecas de su madre. Ellas tenían amigdalitis cada dos por tres, y también lo llamaban. Dependiendo de la hora, lo invitaban a cenar, a merendar, a tomar una copa. A los cumpleaños. No se celebraba ni un solo evento en casa de la familia Calderón, al que no estuviera invitado el Doctor. Cuando él, por su trabajo, no podía acercarse a su domicilio, se presentaban ellas en el Consultorio. En fin, que todo el pueblo se daba cuenta de que la familia Calderón había

SIGUIENTE

página-05
Optimizada para resolución 800x600 Diseñada y Actualizada por Culturcan