Mª CONSOLACION CUESTA RODRIGUEZ

NARRADORA DE RELATOS CORTOS (Cantabria)
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NOVEDADES
LA SOMBRA DEL CACIQUE
enseñar al que no sabe”, en aquel pueblecillo, que me trae tan gratos recuerdos de mi juventud…
El primer jueves, después de las vacaciones, decidí a bajar a La Villa. Compré en la librería ‘El Cabás Azul’, cuadernos, gomas y lapiceros de colores, y me acerqué a la Cafetería de la Plaza. Daban buen café y me pillaba de paso. Me sorprendió gratamente ver que sentada en una mesa, sola, como siempre, estaba Julia. Fui hacia ella.
_¡Hola, Julia¡ Me alegro de verte. ¿Cómo estás?
Ella también pareció alegrarse de mi presencia. Me recibió con una amplia sonrisa.
_Muy bien. ¡Cuánto tiempo sin verla! Puede sentarse, si quiere_, me dijo, indicándome una silla junto a ella.
Lo hice encantada. Fue una tarde agradable. Hablamos de chicos. Yo le dije que no tenía novio, aunque había un joven en mi Ciudad que me gustaba, pero que no sabía qué sentía él por mí. Que mis continuas ausencias hacían que, en el caso de que yo le gustara, no se decidiera. No sé por qué Julia me inspiraba confianza, y me sinceraba con ella como todavía no lo había hecho con nadie. Ella, por primera vez, me confesó que hacía un tiempo había sido novia de uno de los Médicos de La Villa. Subía a verla a Álamos siempre que sus pacientes se lo permitían. Pero él tuvo que irse por motivos de trabajo.
_Me prometió escribirme y volver a verme cuando su ocupación se lo permitiera. Desde entonces no ha vuelto a ponerse en contacto conmigo. Gerardo, que así se llama, se había quedado viudo muy joven y no tiene hijos. Nunca me atreví a hacerme demasiadas ilusiones con él. Me parecía un sueño imposible. Yo soy una chica humilde y las jóvenes ricas del valle se lo rifaban. Sufrí mucho, mucho, cuando se fue, y no comprendo su silencio. Nada le habría costado decirme que todo había terminado entre nosotros _, me dijo bajando el tono de su voz._. Tuve una profunda depresión de la que apenas estoy saliendo…Gracias a la ayuda de mi padre, no tomé una terrible decisión…Estuve muy enamorada de él. Ahora ya no sé lo que siento…
_Te ayudaría mucho a olvidar, o por lo menos a no sentirte tan sola, si vinieras con nosotras cuando vamos de fiesta o al cine. Esas salidas te harían mucho bien_, le dije.
_Lo haría encantada pero no quieren salir conmigo.
_¿Por qué?_, le pregunté
_Fue a raíz de empezar a salir con Gerardo, cuando dejaron de hablarme las tres hermanas Calderón, y como ellas son las que deciden en el pueblo lo que se hace y lo que no, todas las demás hicieron lo mismo. Su padre es, además de Alcalde de Álamos, el hombre más rico en muchos quilómetros a la redonda. Sus deseos son leyes. Tenga usted en cuenta que casi todo el pueblo trabaja para él de una forma u otra. Si alguien osa rebelarse, debe ir pensando en largarse de aquí y alrededores. Creí que usted ya lo había notado…
_Por favor, Julia, trátame de tú y llámame María.Y si te soy sincera, sí, algo he notado. Y efectivamente, me doy cuenta de que la juventud hace lo que digan las dos hermanas mayores: Mª Victoria y Mª Asunción. Creo que María Eugenia es diferente.
_Sí, ella es distinta. Fuimos siempre muy amigas desde que yo regresaba cada verano del Colegio. Y después cuando me quedé a cuidar a mi padre, también. Pero cuando empecé a salir con Gerardo, también me retiró el saludo, junto con sus hermanas.
Como cada atardecer, desde la ventana de mi dormitorio, decidí acompañar al sol en su retirada y contemplar el espectáculo, casi único, de aquellos cielos envueltos en tonos dorados y rojizos sobre la sierra, siempre vigilante de aquellos mares de cereales verdes, que apenas despegaban del suelo, y que una suave brisa oleaba. Era Tierra de Campos. Hectáreas y hectáreas de terrenos sembrados de trigo, cebada, centeno y otras gramíneas, se extendían hacia el infinito de aquel inmenso valle. Empequeñecidos por la lejanía, regresaban los labradores por las sendas que cruzaban los sembrados. La señora Carlota había llamado a la puerta para avisarme de que la cena estaba servida. “Casi todos los terrenos que se alcanzan a ver desde aquí, pertenecen al Sr. Calderón. Y casi todos los hombres del pueblo trabajan para él. Posee veinte pares de ‘mulas’ y eso significa que es uno de los hacendados más ricos de la comarca. Esos son sus poderes, además de ser Alcalde, como usted ya sabe”. Y añadió: “Mi esposo, que en gloria esté, y yo, trabajamos para esa familia, durante bastantes años. En este pueblo nadie, ni nada se mueve sin que él lo autorice”. Noté como un cierto resentimiento en las palabras de mi casera. Durante la cena, enmudeció. Parecía como si se hubiera arrepentido de lo que había dicho…
Aquel jueves, día de Mercado, me topé con Rubén, el amor secreto de Sabina.
_¿Qué tal María? ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Qué cara te vendes!_, me dijo mientras me extendía su mano. Entonces nadie se besaba, si no era de la familia.
_Sí, hace mucho tiempo que no nos vemos_, le respondí

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