enseñar
al que no sabe”, en aquel pueblecillo, que me trae tan
gratos recuerdos de mi juventud…
El primer jueves, después de las vacaciones, decidí
a bajar a La Villa. Compré en la librería ‘El
Cabás Azul’, cuadernos, gomas y lapiceros de
colores, y me acerqué a la Cafetería de la Plaza.
Daban buen café y me pillaba de paso. Me sorprendió
gratamente ver que sentada en una mesa, sola, como siempre,
estaba Julia. Fui hacia ella.
_¡Hola, Julia¡ Me alegro de verte. ¿Cómo
estás?
Ella también pareció alegrarse de mi presencia.
Me recibió con una amplia sonrisa.
_Muy bien. ¡Cuánto tiempo sin verla! Puede sentarse,
si quiere_, me dijo, indicándome una silla junto a
ella.
Lo hice encantada. Fue una tarde agradable. Hablamos de chicos.
Yo le dije que no tenía novio, aunque había
un joven en mi Ciudad que me gustaba, pero que no sabía
qué sentía él por mí. Que mis
continuas ausencias hacían que, en el caso de que yo
le gustara, no se decidiera. No sé por qué Julia
me inspiraba confianza, y me sinceraba con ella como todavía
no lo había hecho con nadie. Ella, por primera vez,
me confesó que hacía un tiempo había
sido novia de uno de los Médicos de La Villa. Subía
a verla a Álamos siempre que sus pacientes se lo permitían.
Pero él tuvo que irse por motivos de trabajo.
_Me prometió escribirme y volver a verme cuando su
ocupación se lo permitiera. Desde entonces no ha vuelto
a ponerse en contacto conmigo. Gerardo, que así se
llama, se había quedado viudo muy joven y no tiene
hijos. Nunca me atreví a hacerme demasiadas ilusiones
con él. Me parecía un sueño imposible.
Yo soy una chica humilde y las jóvenes ricas del valle
se lo rifaban. Sufrí mucho, mucho, cuando se fue, y
no comprendo su silencio. Nada le habría costado decirme
que todo había terminado entre nosotros _, me dijo
bajando el tono de su voz._. Tuve una profunda depresión
de la que apenas estoy saliendo…Gracias a la ayuda de
mi padre, no tomé una terrible decisión…Estuve
muy enamorada de él. Ahora ya no sé lo que siento…
_Te ayudaría mucho a olvidar, o por lo menos a no sentirte
tan sola, si vinieras con nosotras cuando vamos de fiesta
o al cine. Esas salidas te harían mucho bien_, le dije.
_Lo haría encantada pero no quieren salir conmigo.
_¿Por qué?_, le pregunté
_Fue a raíz de empezar a salir con Gerardo, cuando
dejaron de hablarme las tres hermanas Calderón, y como
ellas son las que deciden en el pueblo lo que se hace y lo
que no, todas las demás hicieron lo mismo. Su padre
es, además de Alcalde de Álamos, el hombre más
rico en muchos quilómetros a la redonda. Sus deseos
son leyes. Tenga usted en cuenta que casi todo el pueblo trabaja
para él de una forma u otra. Si alguien osa rebelarse,
debe ir pensando en largarse de aquí y alrededores.
Creí que usted ya lo había notado…
_Por favor, Julia, trátame de tú y llámame
María.Y si te soy sincera, sí, algo he notado.
Y efectivamente, me doy cuenta de que la juventud hace lo
que digan las dos hermanas mayores: Mª Victoria y Mª
Asunción. Creo que María Eugenia es diferente.
_Sí, ella es distinta. Fuimos siempre muy amigas desde
que yo regresaba cada verano del Colegio. Y después
cuando me quedé a cuidar a mi padre, también.
Pero cuando empecé a salir con Gerardo, también
me retiró el saludo, junto con sus hermanas.
Como cada atardecer, desde la ventana de mi dormitorio, decidí
acompañar al sol en su retirada y contemplar el espectáculo,
casi único, de aquellos cielos envueltos en tonos dorados
y rojizos sobre la sierra, siempre vigilante de aquellos mares
de cereales verdes, que apenas despegaban del suelo, y que
una suave brisa oleaba. Era Tierra de Campos. Hectáreas
y hectáreas de terrenos sembrados de trigo, cebada,
centeno y otras gramíneas, se extendían hacia
el infinito de aquel inmenso valle. Empequeñecidos
por la lejanía, regresaban los labradores por las sendas
que cruzaban los sembrados. La señora Carlota había
llamado a la puerta para avisarme de que la cena estaba servida.
“Casi todos los terrenos que se alcanzan a ver desde
aquí, pertenecen al Sr. Calderón. Y casi todos
los hombres del pueblo trabajan para él. Posee veinte
pares de ‘mulas’ y eso significa que es uno de
los hacendados más ricos de la comarca. Esos son sus
poderes, además de ser Alcalde, como usted ya sabe”.
Y añadió: “Mi esposo, que en gloria esté,
y yo, trabajamos para esa familia, durante bastantes años.
En este pueblo nadie, ni nada se mueve sin que él lo
autorice”. Noté como un cierto resentimiento
en las palabras de mi casera. Durante la cena, enmudeció.
Parecía como si se hubiera arrepentido de lo que había
dicho…
Aquel jueves, día de Mercado, me topé con Rubén,
el amor secreto de Sabina.
_¿Qué tal María? ¡Cuánto
tiempo sin verte! ¡Qué cara te vendes!_, me dijo
mientras me extendía su mano. Entonces nadie se besaba,
si no era de la familia.
_Sí, hace mucho tiempo que no nos vemos_, le respondí
SIGUIENTE
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