Soy Catty y estoy muy enfadada. Salí a una
de las terrazas de la casa donde vivo con mi Dueña desde que esta
me adoptara, y delante de mis largos bigotes venían unos gorrioncillos
a trincar pan, con un descaro que ni se lo pueden imaginar… Ella
les ceba cada día porque tiene un desmesurado cariño a todos
los animales de este mundo. Antes de seguir adelante me presentaré:
Soy una gata, ya entradita en años, y mi nombre completo es Cattyblu.
Lo que deben haber olvidado los gorriones ‘trincones’ es que
soy felina_ entiéndase fierecilla_ y además, cazadora de
profesión. Y aunque hace mucho que no cazo ni una mosca, en cualquier
momento me pueden salir los genes a flor de piel, y cazo un pajarillo…Y
mi Dueña seguro que se muere del susto. Y a ver quién me
dará el “cuqui” de salmón, pollo, pavo u otras
delicias, con las que me obsequia, cuando regresa a las nueve de la noche,
después de haberme abandonado durante la tarde para ir a tomar
un café con sus amigas…Y una de las cosas que más
me gustan, es que me rasque la barriguilla cuando me tiro en el suelo
cuan larga soy… No quiero que se vaya porque me siento muy sola. Antes me acompañaba ‘Pepinillobello’. Así de raro le llamaba mi Dueña. Su nombre verdadero era Ciro: un perrillo faldero y fiel a quien queríamos mucho…Por quererle, le quería hasta yo. Y eso que los perros y los gatos tenemos fama de llevarnos muy mal. En realidad creo que estuve hasta enamorada de él, ahora que lo pienso. Cuando se fue para siempre, no he logrado entender muy bien dónde, pero debe estar muy lejos porque no ha vuelto, empecé a estar triste y a maullar desconsolada llamándole: miau, miau… Pero no me ha servido de nada. Si esto es amor, yo sentí amor por aquel perrillo, también entradito en años, y no muy agraciado físicamente, pero tenía unos ojos tan …cómo diría yo, tan bonitos, que yo le miraba cuando estábamos cerca, y me daban ganas de arrimarle mi hocico al suyo, que es mi manera de besar… Alguna vez lo hice y él me correspondió. Yo sabía que nuestro amor era imposible, aunque es el único macho que he tenido cerca a lo largo de toda mi vida. Él, cuando salía con Dueña, sé que visitaba todas las terrazas de sus amigas las perras de Canilandia, y las obsequiaba con un concierto de ladridos, porque quería ligar con ellas. Ciro era un D. Juan ligón. Lo sé porque cuando se iban, yo salía a la terraza y le espiaba por entre los geranios para ver sin ser vista, y además le oía y distinguía su voz entre todos los perros del mundo. Berta, una perra vieja de pelaje negro, le seguía llorando, como lloran los perros, porque también debía estar enamorada de él. Pero ‘Pepinillobello’ nunca le hizo caso. Él estaba enamorado de Sura, una perra muy buena moza, y más joven que Berta. También le gustaba Dona una pastora ‘alemán’con muy malas pulgas… Yo salía a las terrazas a tomar el sol, y en la galería del 7º A había un gatazo gris rayado que se subía al borde de la ventana y me miraba. Yo le miraba a él también, pero nos separaba un piso de distancia. Algunas veces tuve miedo porque maullaba y maullaba, y parecía que quería saltar, y entonces salía su dueña y le cerraba la ventana y nos veíamos entre visillos, y ya no era lo mismo. Otro amor imposible… ¡Qué vida la mía! Al loro de Nieves yo no lo veía, pero le oía hablar continuamente con una voz rara, como metálica, y repetía todo lo que oía en las terrazas. Imitaba muy bien a mi Dueña llamando a Ciro, o a mí: _ “Ciro, entra que hace frío”_chillaba con esa voz tan peculiar que tenía. Otras veces la imitaba llamándome: _ “Catty, gatita linda, ven. Catty, gatita linda, ven”_, gritaba una y otra vez, como si fuera un disco rayado. |
La cacatúa, el loro, o lo que fuera, se llamaba Pepe
y confieso que, si le hubiera pillado, le hubiera arrancado alguna pluma
para que callara. Durante mañanas enteras gritaba: “ Nieves,
café para Pepe”. Se callaba cuando su dueña le ponía
un trapo negro encima de la jaula. Ahora que lo pienso, hace mucho que
no le oigo. Se habrá ido para siempre como Ciro… Recuerdo cuando se fue Ciro, Dueña sacaba unas fotos que tenía donde estábamos los dos y se le llenaban los ojos de lágrimas, mientras deslizaba las yemas de sus dedos por la superficie de la foto. Yo intentaba decirle que no llorara, que me tenía a mí, pero esta afasia que tenemos los animales nos impide comunicarnos con los humanos. A mí sólo me permite decir: ‘miau, miau’. Yo creo que mi dueña me entiende casi siempre: si digo ‘miau’ porque quiero salir a la terraza, me acerco a la puerta de salida, y ella me abre. Si me tiro al suelo, y me estiro todo lo larga que soy, es que quiero el ‘cuqui’. Ella abre una latilla de una de esas delicias, y me la da. Lo entiende todo, porque siempre repito los mismos gestos para pedir las mismas cosas. Volviendo al loro Pepe, les diré que estuvo una temporada imitando el ladrido de ‘Pepinillobello`, pero a mí nunca logró engañarme. Sabía que era el pájaro quien ladraba. Durante esta primavera, aprovechando las tardes de sol, desde la mesa camilla donde yo lo tomo y ronroneo, veo las praderas de Cirolandia donde vienen a orinar y defecar todos los perros. Hace mucho que no veo a Sura,,el amor, no sé si correspondido, de Ciro. Se lo pregunté a Dueña y me dijo que se han ido al mismo sitio que nuestro perrillo. Y que tampoco están ya Dona y Berta. He visto muchos cachorrillos y canes jóvenes. No sé ni cómo se llaman. Creo que a fuerza de vivir con estos humanos con los que habito, estoy empezando a entender lo que quieren decir: que los viejos se van y vienen otros seres nuevos. Algún día mi dueña me explicará bien claro para que yo lo entienda, dónde se van, si es que ella lo sabe… Ciro y yo jugábamos mucho. Corríamos los dos detrás de una pelota. Y los dos queríamos el mismo cojín. En realidad el cojín era de Ciro, pero cuando yo apoyaba mi bigotudo morrillo sobre él, se iba y me dejaba a mí. No sé si era cortesía, o me tenía miedo. Yo he sido siempre muy descarada y acaparadora. Él era un perrillo educadísimo, nunca se subió a la cama. Yo, sin embargo, no sólo me subo, sino que me coloco en el centro y obligo a Dueñita a dormir la siesta pegada a la pared. Antes de terminar mi pequeña historia de gata, les diré que también se fue el gato del 7ºA. Pero éste se ha ido con su Dueña a un pueblo donde podrá corretear por las praderas, y subirse a los árboles, como hacía yo, cuando era una gata casi callejera, antes de ser adoptada. Ahora, yo me conformo con tomar el sol en las terrazas de la casa donde vivo feliz con mi dueña. FIN |