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NOVEDADES |
DÍAS
DE OTOÑO |
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YA TIENE UNO (subir) |
Me acerqué a mi librería
habitual en busca de "Gramática de la Fantasía"
de Rodari, libro que me han recomendado.
Mientras esperaba mi turno, y aficionada como soy a leer todo
lo que alcanzan a ver mis ojos, incluida la complicada literatura
de los medicamentos, me fijé que sobre una columna,
había frases famosas, que no voy a repetir porque todo
el mundo las conoce. Me llamó la atención una
historieta o chiste, no sé cómo llamarlo. Venía
a decir, más o menos, así:
Se encontraron dos amigas que iban de compras. Una de ellas,
nueva rica, le dijo a la otra, después de los saludos
de rigor:
- Carmencita, no sé qué comprarle a mi marido
por su cumpleaños. ¡Tiene de todo, de todo, de
todo!.Estoy cansada de dar vueltas, y no encuentro nada que
no tenga...
- Pues cómprale un libro - . Le recomendó la
amiga.
- Ya tiene uno - , respondió la nueva rica.
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LOS PENDIENTES DE CARLA
(subir) |
Abrí la puerta del ascensor a
mi vecina porque tenía ocupadas las dos manos con la
memoria del ordenador. Mi vecina es una jovencita moderna
y simpática que, a fuerza de ser original, se ha colgado
en las orejas dos imperdibles enormes. Mi vecina vive en el
tercero y se llama Carla, y cuando le pregunté: ¿
qué te dice tu madre de tus pendientes? Con su habitual
simpatía me contestó: "De todo... me dice
de todo, Mary".
De todo me decía a mí, tía Lena, cuando
hace ya un montón de años, yo tenía diez,
me quitaba de mis orejas dos aritos diminutos de oro, regalo
de no sé quién, y me colgaba dos alambres, una
en cada oreja, con unas enormes bolas negras de azabache del
único collar que ella tenía, y yo le rompí.
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EL HOMBRECITO AZUL
(subir) |
Apenas en el reloj del salón
habían sonado las cinco campanadas de aquella soleada
tarde del mes de Mayo, cuando sonó el teléfono:
_Mamá, tengo una sorpresa para ti. ¡Ven lo antes
que puedas!
_Pero, vamos a ver hija: ¿ es tan importante que no
puedes esperar a mañana?
_Importante lo es, y mucho. Esperar a mañana, puedes,
claro que sí. Pero si te dijera de qué se trata,
vendrías volando, mamá.
_¿Me puedes adelantar algo?
_No, mejor no. Dejaría de ser sorpresa si te lo dijera.¡Anda,
ven!
Me arreglé a toda prisa y en poco más de una
hora estaba franqueando la puerta del jardín de su
casa.
Me condujo hasta la parte trasera de la casa y me señaló
en dirección a un arbolillo, donde descubrí
un hombrecito azul, vestido de rojo, con zapatos muy grandes
y puntiagudos, y gorro del que pendía un pompón
por debajo de su cintura, también rojos. Su carita
era preciosa. Tenía unos ojos negros enormes y una
naricilla diminuta.
_¡Es tu nieto, mamá!
_¡Joder! ¡Tal fue mi asombro que el taco se me
escapó! ¿Mi nieto? Pero, ¡qué dices,
hija! ¡Es un Pitufo! Hace ya tiempo los vi en la televisión.
Me encantaban, pero tanto como para ser nieto mío...
_Pues ahora los dan en adopción. ¡Y no veas lo
que nos ha costado!...No creas que ha sido fácil...Ha
llegado hoy. Debió aterrizar en un arco iris que hemos
visto hace unos minutos. Estaba en el jardín.
No salía de mi asombro. Pero debo confesar que empecé
a ilusionarme con él. Era una monada. Me parecía
un pequeño extraterrestre. Se movía de un sitio
para otro sin parar.
_No veas cómo juega al fútbol, mamá.
Ya ha colado,de dos patadas, sendos balones en el jardín
de los vecinos. Jordi, está encantado. Porque podrá
jugar con él...
_Y ¿qué come, hija?_ Desde que lo vi, me angustiaba
la idea, de que siendo raro, como era, tan azul y tan diferente,
tal vez comiera cosas de las que no dispondríamos aquí.
Y entonces, ¿qué haríamos?
_No te preocupes, mamá. Come de todo. Como nosotros
a la mesa. Éste ya está criado. Es pequeño
de estatura, pero es adulto...¡No veas cómo se
sube a los árboles...!
Confieso que no era esto lo que yo esperaba. Pero si ellos
estaban contentos, y parecía que lo estaban, ¿quién
era yo para meterme en sus decisiones?
Había una pregunta que estaba pugnando por salir. No
me atrevía, por si les molestaba que la hiciera. Pero
no me podía quedar con la duda, porque no me dejaría
dormir... _Me prometísteis una chinita de Pekin, hija.¿Por
qué habéis cambiado? Yo estaba ilusionada con
una niña...
_No hemos cambiado, mamá. Esa niña vendrá
en su momento. No te preocupes tendrás una nieta china,
también.
Debo confesar que sentí una desilusión tremenda
cuando me desperté y me di cuenta de que lo del hombrecito
azul había sido sólo un sueño...
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INCULTURA TORERA
(subir) |
Eran las seis de la tarde de un caluroso
mes de Agosto. En el coso taurino un hombre y un toro se medían
las fuerzas frente a frente. Un sol implacable amenazaba con
derretir la sesera de los espectadores que llenaban la plaza.
A los incondicionales del arte de Cúchares no les gustará
lo que voy a decir: ¡No soporto las corridas de toros
! La imagen majestuosa y potente del magnífico animal,
humillado, maltratado y herido por unas banderillas de hierro
que tiñen de rojo su lomo, me causan angustia.
El torero estuvo regular con la muleta y mal con la espada.
La plaza en pie lo increpaba. Tuvo mala suerte aquella tarde.
De la mala suerte del toro nadie habla. .
Ya en la habitación del hotel, después de la
corrida, el matador recibe una llamada telefónica,
_¿Diga?
_Soy Juan, el locutor de Radio Zoquete. ¿Qué
tal se le ha dado la tarde, maestro?
_¡Hombre, amigo Juan, dezpuez del fracazo que he tenido
en el ruedo, nada mejor que la llamada de un buen amigo...
_Pero, ¿tan mal te ha ido? Casi me cuesta creerlo...
_Puez, zí, zí. He eztado fatal.
_Maestro, lo siento. Aquí me tienes a tu disposición.
Cuando estés en un brete, cuenta conmigo.
_Graciaz amigo, como tú bien zabes hoy he toreado en
Zantander. Pero cuando toree en Umbrete te lo comunicaré...
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MAMÁ
LOBA (subir) |
Aquella mañana del recién
estrenado febrerillo el loco, nevaba en silencio, sin parar.
Medio metro de nieve cubría el suelo. Me gustaba pensar
que duendecillos traviesos habían extendido un manto
de diamantes fríos y resplandecientes. No sé
qué tiene la nieve que me fascina. Me aterroriza el
agua turbulenta destructora imparable. La nieve, en cambio,
siendo agua, como es, cae lenta tranquila silenciosa. Es un
buen sedante de las almas...
No sabía cómo llegar a la Escuela Pública,
situada en una aldea a mil quinientos metros de mi casa, donde
me esperarían una veintena de chicos bulliciosos que
estoy segura que estarían entregados a su deporte favorito:
patinaje sobre el hielo a la vez que pelena a bolazo limpio,
ellos. Ellas, más tranquilas, esculpirían con
nieve bien trabajada, un gigantesco muñeco blanco con
nariz de zanahoria, con ojos castaños y una cálida
bufanda de lana roja. Durará mientras las nubes oculten
al sol. Después desaparecerá y nos quedará
de recuerdo de su breve estancia entre nosotros: su nariz
roja, las castañas de sus ojos y una bufanda roja...
Me calcé unas botas hasta las rodillas, un chaquetón
de cuero, una bufanda y unos guantes, para atravesar los casi
cincuenta centímetros de nieve que lo cubrían
todo. Caminaba con mucha dificultad. Me hundía hasta
las rodillas y no había ni un solo ser humano. Tuve
miedo. Imponían el silencio y la soledad blanca, infinita...
En la basta llanura donde sólo los árboles,
situados a ambos lados, me indicaban que caminaba por la pista
a modo de carretera que recorría cada mañana
para acudir a mi trabajo, distinguí dos bultos grises
que se destacaban bien sobre la blancura inmaculada de la
nieve. A medida que me acercaba, distinguí un cachorro
de perro gris y blanco con otro más grande en los mismos
tonos, que me parecieron madre e hijo. Permanecieron quietos
mirándome con la fijeza de sus ojos grises, clarísimos,
fríos, muy fríos. No sé por qué
me estremecí. Continué sin mirar para atrás...
Apenas había andado unos metros oí voces: ¡el
lobo!¡ Al lobo! ¡ A por él!
Varios hombres del pueblo al que yo me dirigía corrían
por la nieve todo lo que sus fuerzas y la gruesa capa de nieve
les permitía. Portaban escopetas de caza. Volví
la vista en dirección donde estaban los cánidos.
Habían desaparecido... Mejor_pensé_. Estos se
los van a cargar. ¡Pobres lobos! Ellos sólo quieren
comer. Están hambrientos. Deberían alimentarlos.
No deben desaparecer.
Unos días más tarde me enteré que un
grupo de cazadores del pueblo habían recorrido las
calles mostrando, a modo de trofeo, una loba y un lobezno,
muertos a tiros, colgando por las patas, entre la algarabía
y los parabienes del pueblo, que aplaudía a su paso....Yo
me sentí triste. Eran dos preciosos ejemplares que
tenían todo el derecho a seguir viviendo...
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MAMÁ OSA
(subir) |
Hoy un desalmado ha matado a mamá
Osa. Vivía con su precioso osezno libre y feliz en
el Pirineo. Era la única osa fértil que quedaba
por aquellos lares. Tal vez. tan solo unos pocos nos hayamos
sentido tristes por la noticia. Su bebé oso vagará
por los senderos del bosque y los matorrales. Se asomará
a las quebradas y desfiladeros llamándola desesperadamente.
Sentirá frío en su alma de osezno. Pensará,
si los osos pìensan, que su mamá lo abandonó.
Se sentirá triste. Tal vez sus ojos de osito llorarán
lágrimas saladas....
Recuerdo aquel Oso grandote que recorría los pueblos
de la Vega de Río Grande, haciendo las delicias de
mayores y chicos, dando infinitas vueltas sobre sí
mismo, a la voz ininteligible de un húngaro con cara
de pocos amigos. Parecía un gigantesco peluche que
funcionase con pilas. Era de verdad. Era la vara del ser humano,
quién lo mantenía girando. Recuerdo, como si
lo estuviera viendo, la cara tristona de aquel oso domesticado
y solitario, apartado de su hábitat y obligado a vivir
en cautividad.
Hoy me siento mal porque un desalmado ser ¿humano...?,
no creo que merezca este calificativo, ha matado a mamá
Osa...Me gustaría preguntarte, matador, ¿cómo
te sientes después de lo que has hecho...?
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POBBY (subir) |
Aquella mañana soleada de no
sé exactamente qué mes, me despertó algo
parecido a un ruido de alas de pájaro.Levante la persiana
y en un rinconcito de mi jardinera había dos palomas,
una de ellas, no sé si el macho, o la hembra, estaba
incubando un par de huevecillos, del que saldrían dos
polluelos de paloma. Primero pensé arrojar los huevos
a la basura, pero enseguida pensé que les daría
la oportunidad de terminar su procreación y les dejaría
que aprendieran a volar. En ese momento terminaría
mi hospitalidad. Esto no sería popular entre mis vecinos,
porque, según ellos, los excrementos de paloma perjudican
gravemete a los materiales de construcción de los inmuebles,
y sólo desean su exterminio...
Después de unas cortas vacaciones fuera de mi Ciudad,
lo que menos pensé encontrarme cuando levanté
la persiana de mi ventana, era aquel pájaro entre paloma
y no sé qué más, que me produjo como
una especie de susto sorpresa. Hice ademán de espantarlo
y sólo se movió hacia otro lugar del metro cuadrado
de la jardinera. Como no soy entendida en ornitología
pensé: seguramente estará algo más retrasado.
O tal vez le hubiera cogido cariño al lugar donde nació
y se fuera más tarde. Decidí esperar un día
más y, si no se iba, yo misma lo espantaría.
El polluelo paloma, fue creciendo y se convirtió en
un pajarraco entre cuervo y pichón, que me miraba fíjamente
con sus ojillos redondos, como minúsculos agujerillos
negros, que me producían entre aprensión y desasosiego.
Vamos que su presencia me tenía algo inquieta y confundida...
Abría mi ventana y allí estaba él, o
ella. Regaba mis flores y allí seguía. Me sentaba
a leer y allí estaban aquellos minúsculos puntos
negros de sus ojos mirándome y mirándome...
Decidi que había llegado el momento de que desalojara
el habitáculo, pero no hizo aemán de levantar
el vuelo, porque, sencillamente, no tenía alas. La
Naturaleza, selectiva y cruel, le había incluido entre
sus renglones torcidos... Si lo empujaba hacia abajo, se estrellaría
contra el suelo y moriría, o peor todavía, quedaría
malherido. Si decidía cuidarlo mientras viviera, quizás
sólo alargaría su agonía de pájaro
minusválido. Y decidí adoptarlo. Su pico, poco
a poco, tomó forma de aspa, por lo que comer se le
hizo casi imposible. Decidí prepararle cada día
una papilla de harina integral y agua. De esta forma engullía
los nutrientes necesarios. Nos hicimos el uno al otro. Yo,
era el único ser vivo que le miraba con ternura, después
de que sus padres lo abandonaran. Cuando leía cerca
de la ventana abierta para que no se sintiera solo, él,
en cuclillas, se colocaba lo más próximo que
podía a mí, y sus minúsculos círculos
oscuros de sus ojillos me miraban, siguiendo cualquier movimiento
que yo hacía. Era tan limpio que dejaba caer sus escrementos
al suelo. Nunca manchaba la jardinera. Así pasaron
tres meses. Temía que llegara el frío. ¿Qué
haría con Pobby?, ése era su nombre. Catty,
mi gata y Ciro, mi perro, no aceptarían su presencia
dentro de casa. Buscaría alguna solución llegado
el momento...
Una mañana, a mediados de aquel otoño dorado
y apacible, cuando abrí la ventana para ponerle su
papilla me di cuenta de que ´su cuerpecillo deforme,
yacía roto entre las flores multicolores de mis geranios.
Sus ojillos redondos de pájaro triste seguían
mirándome desde el más allá. Y lloré.
Sí, lloré con toda mi alma. Le tenía
un cariño muy especial. Decidí que allí
había vivido y allí sería enterrado,
entre las flores de los geranios de mi jardinera.
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PRIMAVERAS
SIN MARIPOSAS (subir) |
Aquella luminosa mañana de primavera
el clavel blanco esperó en vano a la mariposa azul.
Y la siguió esperando al caer la tarde, cuando el sol
jugaba al escondite con el horizonte, allá en la lejana
montaña. Sentía la ausencia de las leves caricias
de su cuerpo y sus inmensas alas de color turquesa. Sus pétalos
perfumados se teñían de azul en contacto con
la mariposa y él le ofrecía su néctar
que ella absorvía con fruición. Los pétalos
del clavel permanecían lozanos, preciosos, moteados
de azul hasta que la brisa, envidiosa de su felicidad, aventaba
las diminutas y brillantes escamas azules. Pasaron más
amaneceres y más atardeceres y la hermosa mariposa
azul no volvió.
La vida de las flores y las mariposas es breve, muy breve.
Pero el clavel de nuestra pequeña historia langudeció
de tristeza antes de consumir su corto tiempo de existencia,
y bajo el peso de las gotas de rocío se desprendió
de su tallo, y cayó al suelo del jardín cuando
la noche ya había extendido su manto de sombras.
Mientras, la mariposa de alas color turquesa agonizaba lentamente
entre otras muchas compañeras que, como ella, morían
ensartadas por el alfiler que les impedía ser libres,
en casa del coleccionista que les había dado caza.
Lo último que vieron los ojos redondos, como dos diminutas
bolitas negras, de la mariposa azul, fueron los pétalos
blancos de su clavel...
Van pasando los años. Los entomólogos advierten,
no sin preocupación, que cada primavera van desapareciendo
varias especies de mariposas. Que no pasarán muchas,
antes de que estos preciosos lepidópteros desaparezcan
de la faz de la tierra. Que si no se pone remedio, las futuras
generaciones se perderán el espectáculo único
del vals de las marioposas sobre las flores que llenan los
campos. Tal vez tampoco haya flores. Las primaveras sin mariposas
y sin flores, no parecerán primaveras...
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EL PESCADOR (subir) |
El viejo pescador contemplaba nostálgico
su viejo barco azul, recién pintado, que varado en
la playa aguantaba inmóvil las embestidas del mar cuando
se mostraba bravío. Asomado a la ventana de su casita
de la colina, situada frente al mar, contemplaba amorosamente
aquel barco con el que compartió su soledad de pescador
durante toda su vida. En uno de sus costados podía
leerse un nombre corto Mariola, formado por mar y ola. Así
se llamaba la embarcación. Con ella había surcado
mares, algunos lejanos, en busca del pescado que sería
durante toda su vida el sustento de su familia.
Un día se dio cuenta que ya le resultaba difícil,
casi imposible, capear los temporales, liberar la embarcación
cuando encallaba en los arrecifes, izar las redes ahítas
de peces. Y entonces pensó que tal vez había
llegado el momento de dedicarse a su esposa e hijos, a los
que no habia dedicado el tiempo que hubiera querido...
Un día su esposa se fue para siempre y él se
quedó solo. Eligió un lugar cerquita de la ventana
en la casa de la colina y allí se instaló para
contemplar su barca pintada de azul, las montañas de
espuma que formaban las olas gigantescas, la suavidad de un
mar en calma pintado de tonos naranjas, y aquel horizonte
lejano, al que hubiera querido llegar y no le fue posible,
porque él se alejaba más y más, a medida
que su barca se acercaba....
Siempre pendiente de un teléfono mudo, que casi nunca
sonaba. De la esperada visita que nunca llegaba, decidió
que era el momento de hacer algo que llevaba mucho tiempo
madurando.
El viejo pescador recogió la foto de sus hijos y de
su mujer. Descendió por el sendero de la colina, con
paso lento, hasta alcanzar la playa. Llegó hasta su
barco, que a finales de aquel verano había vuelto a
pintar de azul. Con ayuda de otros pescadores jóvenes
que le echaron una mano, llevaron al Mariola mar adentro...
Pronto su barco y él fueron un punto lejano camino
de ese horizonte infinito al que nunca antes había
conseguido llegar. No se volvió a saber nada del viejo
pescador.
Debo aclarar que la historia no la he inventado yo. No recuerdo
si me la contaron o la leí. Sólamente me he
limitado a transcribirla.
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